viernes, mayo 21, 2010

Me dicen La Dramas.

A veces, como hoy, me da por ser dramática. Me da por llorar y me da por acordarme. Me da por contar los pedacitos que me faltan, los que fui dejando en el camino, los que me robaron, los que regalé sin saber. Y me da también por contar ausencias, una por una. La que vive en el patio de mi casa. La que a veces me compone canciones. La que camina conmigo cuando se nubla. La que guardo en mis cajones. Esa de la que no me quiero acordar nunca. La que siento cada vez más cerca. Todas se me juntan en la garganta cuando me da por ser dramática, como hoy. Ustedes perdonarán.

Y otra cosa que me pasa es que me da por extrañarlo a él, sólo a él, con su sonrisa amplia y sus poderes mágicos, y sus sueños y sus teorías y sus ideas amarillas; y esa es la peor ausencia de todas, la de él, la que lleva su nombre; y es la peor porque me acompaña siempre y a todos lados y a todas horas, y me conoce tan bien que sabe que a pesar de todo, no quiero que se vaya.
No quiero que se vaya nunca.


- ¿Misión Imposible II?
- Sí... qué, ¿no te late?
- Sí, pero luego me ataranta tanto balazo y tanta explosión
- Bueno, pues si te aburres o te da sueño, te puedes recargar en mi hombro, y te puedes dormir si quieres...

No me aburrí y no me dio sueño, pero aún así me recargué en su hombro. Pegué mi nariz a su cuello y me dediqué a sentir su sonrisa.

En ese entonces él sonreía por mí.



Diez años. Desde ti, creo que me da por ser dramática más seguido.

miércoles, mayo 19, 2010

Reflexiones de miércoles (literal).

El otro día estaba platicando con el Ninja, que como todos saben es mi hermano, y que como también probablemente se hayan dado cuenta, una cosa que compartimos en los genes de la familia Petrelli es la habilidad para criticar y quejarnos de todo (o casi todo, si estamos de buenas) lo que nos rodea. Ese día no fue la excepción, y la plática nos llevó a la conclusión de que otra de las cosas que odiamos en esta vida son las bicicletas, y por lo tanto, a los bicicletistas. ¿Por qué?... muy fácil:

Por que estorban.

Acéptenlo, estorban, y estorban mucho (aparte de que es ñoño). Ahora que he estado viviendo en una de las ciudades que "más se preocupa por el medio ambiente", me topo con bicicletistas en todos lados. Todos con su casquito ridículo y algunos, los que se creen bien acá, con esos trajes fosforescentes espantosos. He estado a punto de morir atropellada por una estúpida bicicleta aproximadamente diez veces. Y es que los bicicletistas creen que:

a) Bicicleta mata coche porque es bien ecologista y bien green y porque ellos son bien cool y no contaminan.
b) Bicicleta mata peatón porque... ps porque pueden. Sí, si no me creen, mi hermano les puede decir cuánto duele ser atropellado por una bicicleta.

Y es por eso que no respetan sus carriles, y que te salen de donde menos lo esperas, y que todavía se enojan si te les atraviesas. Ah, pero cuando un coche los atropella es todo un desmadre. Sí, he visto varios atropellados y créanme, no es bonito, pero la verdad es que la mayoría de la gente que anda en bicicleta NO SABE ANDAR EN BICICLETA (aparte de que es ñoño). Tratar de turistear por el Golden Gate es un suicidio por culpa de las bicicletas. Odio las bicicletas. Quizá por eso jamás le encontré el chiste a aprender a andar en una.

Qué tal que aparte perdía mi virginidad en una de esas.



Créanme, las motos son mucho más divertidas, ja.

domingo, mayo 16, 2010

Pregunta:

¿De dónde se agarran fuerzas cuando ya que con tantos trabajos uno se pudo volver a levantar, la vida (sin consideración alguna), lo tira a uno de nuevo?

¿Algún alma caritativa que me aviente un salvavidas?... no sean malitos, ya me cansé de nadar a contracorriente.

lunes, mayo 10, 2010

I think I'm finally scared now...

... you think I'm weak,
I think you're wrong...



Me caga despertarme triste. Ayer que me estaba quedando dormida supe que hoy iba a despertarme triste, lo supe así nomás, como siempre. Nunca he sabido bien a qué se debe, el caso es que ahí está y ya. ¿Nunca has extrañado un beso?... Extrañas los besos que nunca fueron, esos que tanto te prometieron. Los que no te darán en un futuro. Los que sabían a cigarro y a café. En los que dejaste el alma. Los de despedida que siempre saben a sal. Los rápidos, los desesperados, los inocentes, los que siempre te llevarán a algo más. Nunca los condescendientes, porque esos duelen demasiado y no valen la pena, pero sí esos que imaginas cuando piensas en sus labios, los que das desde lejos.

¿Alguna vez has pensado en morirte? ¿Será luz, estará oscuro, te quedarás con una sonrisa? Te vas a morir, no hay duda, pero que de eso se preocupen los otros que van a extrañarte. Ojalá te extrañen bonito, despacio, sin llorar y sin hacer ruido. Ojalá que cuando se acuerden de ti sonrían. Ojalá que se acuerden mucho pero no demasiado, nomás lo suficiente pa’ que no dejes de existir tan de repente.

A lo mejor hoy me desperté triste porque me desperté demasiado temprano y demasiado sola y demasiado lejos. ¿Te has dado cuenta que desde hace tiempo ya nada es fácil? Pareciera que tienes que pagar un precio por todo lo que te importa. Un precio alto. ¿Quieres amor? Pues vete a buscarlo. Y si lo encuentras seguro lo encuentras lejos, así que prepárate para tener que decidir todo el tiempo. Escoge. Vas a escoger el amor porque a eso viniste. Porque es lo más importante. Porque no te queda de otra. Y sabes que tarde o temprano va a dolerte porque así es, porque nunca sabes cómo se terminará la historia. Y aún así cierras los ojos cada que das un beso. Tonta.

Hoy me desperté triste porque lo extraño. Me pregunto por qué todo es tan difícil, qué va a ser de nosotros, si a él le importa tanto como a mi, si también se preocupa, si me extrañaría lo suficiente como para no dejarme ir. ¿La verdad? no creo. Y duele.

¿Alguna vez te has preguntado si Dios existe?... Por que ¿sabes, Dios?, éste sería un buen momento pa’ mandar alguna señal, aunque sea en forma de epifanía.



También se aceptan vales de despensa.

sábado, mayo 08, 2010

¡Pajaritos a volar!

Para llegar a casa de mi surfer usualmente tengo que tomar dos camiones, pero como ayer el día estaba bonito (cosa rara en los San Franciscos), decidí saltarme el primero y caminar. No había yo caminado ni una cuadra cuando así, a media calle, me encontré tirado un billete de $10 USD. Yo NUNCA me encuentro dinero tirado en la calle, y menos dólares, y menos $10, así que recogí el billete con una gran sonrisa por mi buena suerte y seguí caminando. Llegué a la parada del segundo camión cuando empezó a hacer un chingo de aire frío. Quince minutos... veinte; el estúpido camión no pasaba y yo empezaba a congelarme, así que decidí mejor aventarme las las doce cuadras faltantes a pie a ver si así entraba en calor. Di media vuelta y no acababa yo de dar dos pasos cuando vi una pequeñísima bolita gris acurrucada al lado de la banqueta. No sé por qué me llamó la atención, nunca veo para abajo cuando camino. Me acerqué a ver qué era, y descubrí un minúsculo pajarito (no les miento, no medía ni cuatro cm.) que seguramente se acababa de caer de su nido. Ahora, conmigo pasa un fenómeno extraño: cuando veo un animalito indefenso y vulnerable empiezo a llorar. Así de la nada. Y la ridícula de su servidora recogió al pajarito mientras lloraba a moco tendido, sí, a media calle. Lo envolví en un kleenex que traía en la bolsa y lo acomodé en mi mano con mucho cuidado de no lastimarlo. Nueve cuadras y muchos mocos después llegué con mi surfer (que al verme llorosa y con un kleenex apretado en mi puño, me preguntó un poco alarmado si me había pasado algo y traía yo un pedazo de dedo o algo así en la servilleta, ja).

Ustedes ya saben que yo viví en México 28 años, y encontrarme pajaritos en la calle me pasaba seguido. Siempre los recogía (con todo y corucos), los ponía en una caja de zapatos llena de trapos y les daba agua y pan remojado con un palillo. Casi siempre se me morían a los dos o tres días. Luego los envolvía en una servilleta con mucho cuidado, los ponía en una cajita de medicinas y los enterraba en mi jardín. ¿No es eso lo que hacíamos todos?...

En México, sí. Ayer me di cuenta que en verdad estoy en el primer mundo. ¿Cómo?... pues me disponía yo a buscar pan para tratar de darle de comer al pequeño Tuirer (así lo bauticé por que traía un escándalo inversamente proporcional a su tamaño) cuando mi surfer me dijo que a una cuadra quedaba una veterinaria y que mejor lo lleváramos ahí pa' ver si nos podían ayudar. Fuimos y nos dieron un teléfono. Llamamos al teléfono y nos transfirieron a la protectora de animales. Nos interrogaron. Me dijeron que no le diera nada de comer. Casi me regañan por no fijarme si los papás del pajarito estaban cerca cuando lo recogí. Y nos dijeron que iban a mandar a alguien a recogerlo. Hora y media después, un señor con uniforme como de policía tocó el timbre. Le di la caja donde había acomodado a Tuirer. Me dijo que lo iban a llevar a un veterinario y que se iban a encargar de él. Me dió las gracias por cuidarlo y lo metió en su camioneta especial donde me dijo tenía otros dos iguales. Ni me dejó despedirme. Chale, pensé. Qué chingón que el nido de donde se cayó el pajarito haya estado en San Francisco, así no tendré que buscar una cajita de medicinas porque seguramente, tarde o temprano se me iba a morir...

¿Y los $10 dólares?... Fue como si Dios me hubiera pagado por adelantado por hacerle un servicio a la comunidad.